El domingo pasado, un escenario comenzó a ser habitual en el puesto de control sanitario del Acceso Sur: una fila, cada vez más larga, de autos, camionetas y camiones. Todos los interesados en ingresar a Gualeguaychú, ya sea porque vivieran aquí, porque trajeran mercadería indispensable durante esta cuarentena o porque necesitaran llegar al casco urbano por el tema que fuere, todos se deben someter al proceso de control para tratar de minimizar los riesgos ante el brote de coronavirus covid-19.
Pero el fin de semana tenía una excusa para la fila: los irresponsables que se habían ido a pasar el fin de semana a campos y chacras aledañas a la ciudad… ¿pero el miércoles? La idea de que todo era culpa de los que rompieron la cuarentena en este caso no tuvo sustento.
“Es una vergüenza: te hacen bajar del auto, te meten en un espacio cerrado y te toman la temperatura con termómetros de mercurio. Demoran porque hacen los controles como si estuviéramos en 1985”, se había quejado el martes pasado un trabajador rural que pasa todos los días por el puesto de control del Acceso Sur. Además, esta persona contó a ElDía que la carga de datos al sistema online se hacía en tiempo real, pero el problema era que la conexión, la mitad de las veces, no funcionaba o, como se suele decir, “se colgaba todo el tiempo”.
Sin embargo, cuando la situación se desbordó durante el miércoles, dos de estos aspectos cambiaron para tratar de agilizar el trámite: llegó un termómetro electrónico (uno sólo) para tomar la temperatura, y los datos se comenzaron a cargar a mano, con el compromiso de que luego, en un lugar con mejor conexión, se cargarían en el sistema del COES para que realice los seguimientos que considere necesario.
“Por un lado está el tema de la carga online; y por otro, tenemos que tener más termómetros electrónicos. Pero más allá de esto, también hay que tener en cuenta que es el único acceso y es la única manera de tener todo controlado de manera estricta”, explicó el titular de Defensa Civil Néstor Pintos, quien agregó que la situación “es tan cansadora para los que trabajamos ahí como los que esperan por entrar”.
“La solución es volver a plantear todas las posibilidades que tengamos y realizar un mejor control. Pero además podría ayudar traer más gente y capacitarlas, porque esto no deja de ser una primera línea de fuego para nuestros trabajadores. Pero lo cierto es que estamos trabajando para tener más personal disponible y mejores equipos”, reflexionó.
“Yo tengo que entrar a Gualeguaychú, dejar mercadería y seguir viaje. Estuve en Colón, San José y Concepción del Uruguay, y tardé menos en llegar hasta acá desde esos lugares que en entrar a Gualeguaychú. Es insólito, no pasa en ningún otro lugar más”, se quejó un transportista que, al momento de dar estas declaraciones a ElDía llevaba esperando una hora y 45 minuto y aún le faltaban unos 150 metros de espera.
El sol que había hecho de la tarde del miércoles una otoñalmente cálida hace rato que se escondió, y la noche no facilitó la espera: la temperatura comenzó a bajar rápidamente, y desde los camiones comenzaron a ponerse prendas de abrigo, una encima de la otra. “Pobre la gente que jamás imaginó que esto podía llegar a pasar y no tiene consigo un abrigo”, dijo un camionero que había bajado a ver si avanzaba la fila más adelante. La noche, irónicamente, dejó ver con mayor claridad la cantidad de autos esperando por entrar a Gualeguaychú: la línea punteada que conformaban las luces de los vehículos se perdía a lo lejos, sin tener un final aparente.